Ella era la persona más importante de su vida, la
que lo cuidaba, la que estaba con él en todo momento era…Ella, y no podría
permitirse perderla.
Tenía que hacer algo para evitarlo. ¡Urgentemente!
La amaba, pero no sabría cómo demostrárselo.
Su forma de ser no se lo permitía, él era un chico
tímido, no muy abierto, amigable cuando lo conocías, no solía expresar sus
sentimientos, se lo guardaba casi todo. Él era así, no había otra, pero si
quería recuperarla algo tendría que cambiar.
Tenía que demostrarle que la quería, de la única
forma que sabía y de las que no, había ideado algo, no era seguro que saliera
bien pero, había que intentarlo.
Hace unos días que estaba preparando todo el plan,
para que cada momento fuera perfecto, solo susurrar esa palabra en su mente lo
hacía sonreír.
Ángel solo podía pensar en la cara que podría ella,
se le escapa una media sonrisa solo de pensar en aquello.
Una sonrisa feliz, pícara, feliz o más bien
esperanzadora, él pensaba de verás que lo conseguiría.
Ella estaba en una cafetería, pensando, con la mirada
fija, perdida en la espuma de su café, pensando en él.
Hacia unos días que no estaba bien con Ángel, todo
eran peleas y a él eso no parecía importarle lo más mínimo, ni las peleas, ni
lo que ella sentía.
Ella había hablado con él, le había pedido a gritos
que la escuchara, que le demostrara que la quería, pero él siempre contestaba
lo mismo.
-No soy así, no puedo.-decía.
Pero ella lo necesitaba, tenía muchas dudas, además
había aparecido alguien, era sólo un amigo, pero siempre estaba ahí, la hacía
sonreír en aquellos duros momentos, la escuchaba y simplemente la hacía feliz.
Todo eso para ella era algo muy importante.
Aunque ella quería mucho a Ángel estaba empezando a
dudar si podrían seguir juntos mucho tiempo más.
Ella era una chica pasional, impulsiva, sociable,
abierta y nunca escondía ni sus pensamientos ni sus sentimientos, era sincera,
aunque también tenía sus pequeños secretos.
Y esa en aquella cafetería quedó sumergida en sus
pensamientos, pensando en Ángel y una lágrima se deslizó por su mejilla y se le
veía un pequeño amago de sonrisa pensando en todos los momentos que habían
pasado juntos.
Así Naira se quedó allí algunas horas más.
Era un día cualquiera en el que Naira y Ángel fueron
a trabajar, la rutina de siempre. Pero Naira no sabía que ese día iba a ser de
todo menos rutinario.
Naira era profesora, un trabajo que le apasionaba,
le gustaban los niños, enseñar, su asignatura por supuesto. Era buena en su
trabajo, pero ahora mismo en sus pensamientos no estaban precisamente en los
aminoácidos, o alguna de las cosas que estaba explicando. Precisamente en ese
instante estaba pensando en él, no en Ángel, sino en él…Su compañero.
Estaba feliz, pero a la vez sentía como el estómago
revuelto, ella estaba con Ángel, no podía permitirse esos pensamientos hacia
otro. Pero lo estaba haciendo y no podía evitarlo.
Al margen de todos los pensamientos y el día de
Naira, Ángel estaba en casa, había salido antes del trabajo para poder ir a
recogerla, estaba iniciando su perfecto plan, mientras pensaba en la maravillosa
tarde que iba a pasar con ella, se le iluminaban sus grandes ojos verdes. Seguidamente,
cogió el coche y fue de camino al instituto donde trabajaba Naira y la espero
frente a él, hasta que la vio. Iba tan guapa como de costumbre, con un vestido
ni muy largo, ni muy corto, rosa pálido, con detalles color blando y una
chaqueta a juego, por supuesto.
La llamó, hasta que llegó al coche y le dijo:
-Cariño, hoy va a ser un día especial.
-¿Tú no deberías estar trabajando?- dijo ella con
una sonrisa.
-Me he escapado.
Así con sus bromas Ángel la llevó a un bosque
precioso, verde, floreado, de vez en cuando se veía alguna ardilla subir por
los árboles, al lado pasaba un pequeño río, donde les esperaba un pequeño bote
de remos. Dentro había dos trajes de buceador. Más tarde los dos se subieron al
pequeño bote, donde Ángel le pidió a Naira que se pusiera el traje de neopreno,
lo hizo, Ángel también y fueron a la desembocadura de ese río, al mar, al
llegar allí, bajaron del bote, al agua, iban a bucear. Ángel la cogió de la
mano y fueron juntos bajo el agua viendo toda clase de belleza marina, desde
pequeños peces, a preciosos corales de colores llamativos, pasaron dos horas
allí abajo.
Al salir y cambiar la volvió a coger de la mano, la
llevó a un lugar cercano desde el que se veía el bosque, el río bajando hacia
el mar y donde se encontraban el río y el mar donde habían estado hace unos
instantes.
De pronto Ángel rodeó a Naira por la cintura, donde
se juntaron sus manos, se acercó a su oído y le dijo:
-Espero que te guste mi forma de decirte de
mostrarte todo lo que me importas.
Naira quedó unos segundos en silencio, se dio cuenta
de que Ángel le había mostrado todo su interior de la forma que solo él sabía y
lo agradeció, sabía que la quería. Pero de repente cayó en la cuenta de que
Ángel no era el que inundaba sus pensamientos, era él, su compañero y en ese
momento Naira se giró y le dijo:
-Es preciosa, pero pienso que has llegado tarde…
Necesito pensar.
En ese momento Naira se fue llorando y lo dejó allí
solo, paralizado, mientras las lágrimas brotaban de sus ojos y se deslizaban
por sus mejillas y supo que pasara lo que pasara ya nunca sería lo mismo.
Ella no se giró en todo el camino y se dio cuenta de
que Ángel no era la persona que iba a quedarse en su vida para siempre, al
menos, no de la forma que él quería.
Ángel, cuando vio a Naira irse de esa manera se
prometió a sí mismo que no perdería a nada ni a nadie de aquella manera tan
estúpida y que eso no había acabado, él aún no se había rendido.